jueves, 25 de julio de 2013

¡Llega la segunda parte de Blancanieves y los siete enanos fascistas!


Como prometiéramos, traemos aquí la segunda parte de Blancanieves y los siete enanos fascistas. Recordemos algunas de los presupuestos planteados en la primera parte y que Blancanieves debe aún resolver:
¿Podrá Blancanieves dar los pasos necesarios para pasar de una situación esclavista a una feudal, de allí a una burguesa y finalmente al socialismo? ¿alcanzará la meta final?
¿Reconocerá la dinámica de la historia y abrazará la lucha de clases como metodología de cambio revolucionario? ¿Asegurará la dictadura proletaria para afianzar la duración del marxismo en el tiempo? 
Debemos pues continuar nuestra lectura y análisis - con una sólida discusión teórica a posteriori - a fin de establecer la validez de las actitudes asumida por Blancanieves y el resto de los personajes en esta apasionante historia.

de la primera parte...

¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
Entonces el espejo respondió.
La Reina es la más hermosa de este lugar.
Pero, pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más y los enanos la están pasando bomba.

…La reina quedó aterrorizada pues sabía que el espejo no mentía nunca, salvo bajo presión, obligado a producir “hechos” que en realidad eran mera especulación. Se dio cuenta de que el cazador la había engañado y de que Blancanieves vivía. Reflexionó y buscó un nuevo modo de deshacerse de ella pues hasta que no fuera la más bella de la región la envidia no le daría tregua ni reposo. El capitalismo es así: subsiste a partir de crear necesidades allí donde no las hay y en alimentar deseos allí donde no son necesarios. Cuando finalmente urdió un plan se pintó la cara, se vistió como una vieja buhonera desamparada por la sociedad y olvidada por el sistema y quedó totalmente irreconocible.
Así disfrazada atravesó las siete montañas, llegó a la casa de los siete enanos fascistas, golpeó a la puerta y gritó:
-¡Vendo buena merca! ¡Vendo! ¡Vendo!
Blancanieves miró por la ventana y dijo:
-Buen día, buena mujer. ¿Qué vende usted?
-Excelente merca -respondió-; te hará ver todos los colores.
La vieja sacó una serie de ampollas multicolor, y Blancanieves pensó:
-Bien puedo dejar entrar a esta buena mujer, un par de mogras no me vendrán nada mal. Obviamente, Blancanieves intentaba suplantar la satisfacción de sus necesidades profundas con sucedáneos pasajeros y banales.
Corrió el cerrojo para permitirle el paso y poder comprar un par de ampolletas.
-¡Niña -dijo la vieja- qué mal que te aplicas la heroína! Acércate que te la doy como se debe.
Blancanieves, que no desconfiaba, sobre todo hallándose vulnerable por la baja de afrodisíacos en su sistema, se colocó delante de ella para que le arreglara el lazo con el cual interrumpir el flujo sanguíneo para poder luego inyectarse. Pero rápidamente la vieja lo oprimió tan fuerte que Blancanieves perdió el aliento y cayó como muerta.
Blancanieves se empeña en negar la realidad que la oprime
en vez de intentar cambiarla.
-Y bien -dijo la vieja-, dejaste de ser la más bella. Para lo que te servirá en la muerte afeites y perfumes. Ahora tu plusvalor se reduce a cero. Y se fue.
Poco después, a la noche, los siete enanos fascistas regresaron a la casa y se asustaron mucho al ver a Blancanieves en el suelo, inmóvil. La levantaron y descubrieron el lazo que la oprimía. Lo cortaron y Blancanieves comenzó a respirar y a reanimarse poco a poco.
Cuando los enanos fascistas supieron lo que había pasado dijeron:
-La vieja vendedora no era otra que la malvada reina. ¡Ten mucho cuidado y no dejes entrar a nadie cuando no estamos cerca! ¿Acaso no te das cuenta que como mujer dependes absolutamente no sólo de nuestros deseos sino también de nuestra lectura de la realidad? ¿No te entra en la cabeza que la estructuración de este sistema perverso está justamente sostenido por la desigualdad y que a ti te corresponde el escalafón más bajo? Entonces la penetraron simultáneamente por todos los orificios, para que así recordara la lección.
Cuando la reina volvió a su casa se puso frente al espejo y preguntó:
¡Espejito, espejito, de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
Entonces, como la vez anterior, respondió:
La Reina es la más hermosa de este lugar,
Pero pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más, a pesar de que la hayan partido en cuatro.
Cuando oyó estas palabras toda la sangre le afluyó al corazón. El terror la invadió, pues era claro que Blancanieves había recobrado la vida y la situación en lo que hace a la plusvalía se había revertido.
-Pero ahora -dijo ella- voy a inventar algo que te hará perecer.
Y con la ayuda de sortilegios, en los que era experta, fabricó un pene envenenado. Luego se disfrazó tomando el aspecto de otra vieja. Así vestida atravesó las siete montañas y llegó a la casa de los siete enanos. Golpeó a la puerta y gritó:
-¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo!
Blancanieves miró desde adentro y dijo:
-Sigue tu camino; no puedo dejar entrar a nadie.
-Al menos podrás mirar -dijo la vieja, sacando el pene envenenado y levantándolo en el aire.
Tanto le gustó a la niña que se dejó seducir y abrió la puerta. Cuando se pusieron de acuerdo sobre la compra la vieja le dijo:
-Ahora te voy a ensartar como corresponde.
La pobre Blancanieves, que nunca pensaba mal, dejó hacer a la vieja pero apenas ésta le había puesto el pene el veneno hizo su efecto y la pequeña cayó sin conocimiento.
-¡Oh, prodigio de belleza -dijo la mala mujer-ahora sí que acabé contigo en el sentido literal del término!
Por suerte la noche llegó pronto trayendo a los enanos con ella. Cuando vieron a Blancanieves en el suelo, como muerta, sospecharon enseguida de la madrastra. Examinaron a la niña y encontraron el pene envenenado. Apenas lo retiraron, Blancanieves volvió en sí y les contó lo que había sucedido. Entonces le advirtieron una vez más que debería cuidarse y no abrir la puerta a nadie. Para que recordara la lección, volvieron a enfiestarla, pero esta vez sin protección alguna.
En cuanto llegó a su casa la reina se colocó frente al espejo y dijo:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
Y el espejito, respondió nuevamente:
La Reina es la más hermosa de este lugar.
Pero pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más aunque los enanos la hayan, seguramente preñado, en un esfuerzo por convertirla en mero objeto del cual hacer uso, a punto tal de forzarla a reproducir, literalmente, su eventual reemplazo. Capitalismo a ultranza, reina mía.
La reina al oír hablar al espejo de ese modo, se estremeció y tembló de cólera.
Blancanieves, en el imaginario salaz de la Reina
-Es necesario que Blancanieves muera -exclamó-aunque me cueste la vida a mí misma.
Se dirigió entonces a una habitación escondida y solitaria a la que nadie podía entrar y fabricó una manzana envenenada. Exteriormente parecía buena, blanca y roja y tan bien hecha que tentaba a quien la veía, pues con sólo mirarla hacía recordar al rojo sol del amanecer revolucionario; pero apenas se comía un trocito sobrevenía la muerte. Cuando la manzana estuvo pronta, se pintó la cara, se disfrazó de campesina explotada por los capitanes de la industria agrícola y atravesó las siete montañas hasta llegar a la casa de los siete enanos.
Golpeó. Blancanieves sacó la cabeza por la ventana y dijo:
-No puedo dejar entrar a nadie; los enanos fascistas me lo han prohibido.
-No es nada -dijo la campesina- me voy a librar de mis manzanas. Toma, te voy a dar una.
-No-dijo Blancanieves -tampoco debo aceptar nada.
-¿Temes que esté envenenada? -dijo la vieja-; mira, corto la manzana en dos partes; tú comerás la parte roja y yo la blanca.
La manzana estaba tan ingeniosamente hecha que solamente la parte roja contenía veneno. La bella manzana tentaba a Blancanieves y cuando vio a la campesina comer no pudo resistir más, estiró la mano y tomó la mitad envenenada. Evidentemente, las lecciones de los enanos fascitas no habían dado resultado. Apenas tuvo un trozo en la boca, cayó muerta.
Entonces la vieja la examinó con mirada horrible, rió muy fuerte y dijo.
-Blanca como la nieve, roja como la sangre, negra como el ébano. ¡Esta vez los enanos no podrán reanimarte por más que te den hasta quedar acalambrados!
Vuelta a su casa interrogó al espejo:
¡Espejito, espejito de mi habitación!
¿Quién es la más hermosa de esta región? Y el espejo finalmente respondió. La Reina es la más hermosa de esta región.
Entonces su corazón envidioso encontró reposo, si es que los corazones envidiosos pueden encontrar alguna vez reposo en una sociedad donde los medios crean necesidades nuevas cada vez que las anteriores han sido satisfechas.
A la noche, al volver a la casa, los enanitos encontraron a Blancanieves tendida en el suelo sin que un solo aliento escapara de su boca: estaba muerta. La levantaron, buscaron alguna cosa envenenada, aflojaron sus lazos, le peinaron los cabellos, la lava-ron con agua y con vino pero todo esto no sirvió de nada: la querida niña estaba muerta y siguió estándolo. Consideraron la necrofilia, no vieron nada malo en ello, sobre todo teniendo en cuenta que el rigor mortis no era completo, y le dieron hasta saciarse.
La pusieron en una parihuela. se sentaron junto a ella y durante tres días lloraron. Luego quisieron enterrarla pero ella estaba tan fresca como una persona viva y mantenía aún sus mejillas sonrosadas.
Los enanos se dijeron:
-No podemos ponerla bajo la negra tierra. E hicieron un ataúd de vidrio para que se la pudiera ver desde todos los ángulos, la pusieron adentro e inscribieron su nombre en letras de oro proclamando que era hija de un rey.  No podrían tener relaciones con ella, pero al menos podrían exhibirla como un objeto, y obtener, de ese modo, alguna ganancia. Luego expusieron el ataúd en la montaña. Uno de ellos permanecería siempre a su lado para cobrar entrada a quienes quisieran verla. Los animales también vinieron a llorarla: primero un mochuelo, luego un cuervo y más tarde una palomita.

Continuará….

Frantz Christian Fanandersen, para Máscara Blanca, Gregorio de Laferrere, Buenos Aires.

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