lunes, 16 de mayo de 2016

Bowling Libre


Algo estaba cambiando y para mal, el jadeo de agotamiento de la euforia sesentista exhalaba un hálito rancio que contaminaba el aire. Las guerrillas se convertían en urbanas, la clase obrera seguía en el redil reformista, el rock devenía en sinfónico. La sombra ominosa de la crisis capitalista presagiaba el fin de un sueño. Como anticipo de una nueva era de impotencia los gestos empezaban a cotizar más que las acciones. La intención de agrupaciones radicalizadas de alternativizar a las Olimpíadas de Múnich de 1972 con eventos paralelos iba a ser eclipsada por el más ortodoxo secuestro de atletas israelíes a cargo de Septiembre Negro y por las hazañas acuáticas de Mark Spitz. Fue así que un evento que congregó a varias decenas de militantes radicales de todo el mundo apenas si tuvo un recuadro en la página diez de la sección deportiva
de Bild. Se trató del " Bowling Libre" un match internacional de Bowling sin reglas. El evento tuvo lugar el 5 de septiembre en el Bowling Arena de Gelsenkirchen, delegaciones de Argelia, Argentina, Alemania, Francia, Italia, Grecia, Angola, Cuba, Uruguay, USA (sólo negros), Egipto, Libia, Indonesia e India, profusamente infiltradas por la CIA, se enfrentaron dispuestos a revivir el espíritu agonal griego ( la competencia sin encono) en oposición al festival olímpico patrocinado por la multinacionales del deporte. La consigna " sin reglas" fue cumplida a rajatablas, en efecto, las tablas de las pistas se rajaban y colapsaban ante los botes de las bochas por los envíos aéreos de los participantes. Pronto los jugadores se tomaron la libertad de derribar bolos de pistas aledañas a las que tenían asignadas en abierto desafío a la propiedad privada. Todo estaba consentido en pos de derribar los pinos, cualquier elemento podía ser lanzado, vasos, botellas, zapatillas, walkman, radios portátiles e incluso participantes. Prontamente surgió el espíritu de abnegación que caracteriza a los verdaderos revolucionarios y las tácticas defensivas para impedir el derribo de bolos ofreciendo cuerpos militantes como barrera se hizo común (alguna organización denunció luego está táctica como promovida por los infiltrados de la CIA con el fin de desnaturalizar y hacer fracasar el encuentro). Fue así que los participantes fueron dejándose fuera de combate, los impactos de las pesadas bochas dejaban un tendal de heridos sobre las pistas donde la sangre fluía por las canaletas y discurría hacia los pozos abiertos por los bochazos. El frenesí militante impedía retirar los cuerpos que obstaculizaban la pista lo que hizo recrudecer los envíos aéreos para alcanzar los palitroques que abnegadamente recolocaban trabajadores asignados a esa tarea protegidos por cascos de motocicletas y escupideras enlozadas. De acuerdo con el apotegma "la verdad es revolucionaria" cada participante anotaba sus propios puntos, toda vez que no había manera alguna de asignar los derribos. El match fue crujiente, crujían costillas, mandíbulas, tibias y antebrazos, los gritos de dolor se confundían con los alaridos de los festejos tras cada "strike". Una dotación de bomberos convocada por vecinos hartos de los ruidos desalojó el lugar. Uno de los bomberos relató el último momento del match: "Cuando entré vi a un joven que mantenía en alto una bocha como un futbolista que se dispone a realizar un lateral, trataba de superar a otro joven que saltaba y se movía por la pista para impedir su lanzamiento, finalmente el primero efectuó el tiro pero como se encontraba exhausto no logró superar por elevación a su contrincante y lo impactó en los genitales, fue el final". Los pocos participantes que podían deambular huyeron mezclándose entre los vecinos curiosos y el resto, 37, fue derivado al Hospital de Agudos de Gelsenkirchen.
Clara Egg Zetkin para Oleme, 16 de mayo de 2016