lunes, 9 de noviembre de 2009

A veinte años de la caida del Muro de Berlín

Poliorsética

"...que veinte años no es nada
que febril la mirada
errante en la sombra
te busca y te nombra
Vivir... con el alma aferrada
a un dulce recuerdo
que hoy lloro otra vez"

Carlos Gardel - Alfredo Le Pera





Se sabe, la historia suele ser implacable con los pronosticadores ansiosos, también con los más cautos, en fin ... no hay seguridad predictiva. Asi y todo no hay espectáculo más patético que la obsecuencia de los vencidos ante las victorias de sus enemigos. La lógica del capital es implacable y los agoreros que vieron en la caida del muro de Berlín el fin definitivo de la construcción de "murallas" han sido desmentidos.
Después del estallido de la burbuja inmobiliaria, la industria de la construcción en recesión sobrevive gracias a la hasta hace poco denostada inversión estatal en obra pública, planes de vivienda y construcción de muros.
El Muro de Berlín, síntesis aquitectónica urbana de la Cortina de Hierro, blanco predilecto de la propaganda capitalista acerca de la falta de libertades civiles y políticas del campo socialista, se reconstruye a escala planetaria -globalizada, para el gusto de los bienpensantes- aquí y allá para contener a las hordas de bárbaros que intentan gozar de los beneficios de la pax americana. Parece paradojal que en el mundo unipolar de la democracia triunfante, garantía universal de los derechos del hombre, la construcción de muros este a la orden del día, pero, amigos, esto es Capitalismo, la paradoja no es tal.
El griego Poliorsetes, aquel que estudiaba las técnicas de asalto a las ciudades amuralladas de la antigüedad, estaría de parabienes, ofreciendo sus servicios a los europeos orientales que huyen de sus paises, ahora capitalistas, a los migrantes del tercer mundo y a los negros cabeza de todo el orbe que no se resignan a desviarse veinte cuadras para no perturbar a los vecinos de los barrios decentes para ir a cartonear. Claro que, dificilmente, el cachet de un Poliorsetes esté al alcance de sus raídos bolsillos.
De cualquier forma cualquier miliquito de morondanga, historiador aficionado u oficial de albañilería sabe que las murallas, o se caen, o se franquean.
La muralla china no contuvo a los mongoles, tártaros y manchúes, Troya fue penetrada por un hueco equino de madera, los nazis ningunearon a la Línea Maginot, la zanja de Alsina fue desechada por el Remington a repetición, el Muro de Posse sucumbió ante las huestes vecinales de San Fernando y los camioneros de Moyano... y podríamos seguir, ejemplos sobran.
Igual, la cosa no da para el optimismo, las anteojeras de la Ideologia, en su clásica y vigente acepción de falsa conciencia, sigue siendo un sólido garante del orden a ambos lados de los muros.
Clara Egg Zetkin para "Cercas, ligustrinas y medianeras" 09/11/2009