miércoles, 3 de diciembre de 2008

Un fantasma recorre...














…el mundo, es el fantasma del comunismo. Debe ser cierta aquella frase de Heráclito de Efeso que decía “¿cómo puede uno escapar de aquello que jamás desaparece?”. No sabemos si estaba en lo cierto Carlos Marx cuando decía que el capitalismo generaba a su propio enterrador, lo que resulta irrefutable es que los capitalistas lo creen. Aún hoy después de haber derrotado al socialismo real, su pesadilla recurrente evoca al fantasma del comunismo ante cada emergente opositor o crítico que sus propias contradicciones producen. Por eso el combate es interminable, porque no desaparecen las consecuencias de nuestros actos, esas huellas que constituyen cualquier identidad. No basta combatir a los vivos hay que dar muerte definitiva a los fantasmas, los “aparecidos”, los “re-aparecidos”. Si, durante su orgía triunfalista en los ’90, cuando parecía que el olvido bastaba, cuando la categoría de lo “nuevo” enterraba lo “viejo” automáticamente, debieron seguir combatiendo, ni hablar ahora; en medio de una nueva y profunda crisis capitalista, es toda una fantasmagoría la que reaparece. Si no podemos deshacernos de los fantasmas, convengamos en que es difícil matar a un muerto, convirtámoslos.
El pensador comunista Antonio Gramsci ya ha sufrido varias conversiones de las que afortunadamente no tendrá noticias. El partido que ayudó a fundar en 1921 y del cual fue su principal teórico, el PCI, también ha sufrido sucesivas adaptaciones pero al menos sus responsables son absolutamente concientes de ellas. Hasta su nombre ha cambiado, primero a PDS (Partito Democratico de Sinistra), después a PD (Partito Democratico) y próximamente a PMD (Partito Molto Democratico). Es que parecen haberse dado cuenta que hoy democráticos somos todos, o casi, que no es lo mismo pero da igual.
Giuseppe (Beppo) Vacca, presidente de la Fundazione Istituto Gramsci, inquirido por la televisión italiana acerca de si el pensamiento de Gramsci era patrimonio del ideario del PD respondió afirmativamente: “la necesidad de unir al reformismo dividido es una lección que viene del legado gramsciano” (pueden verlo y escucharlo en youtube.com).
Este mismo Vacca, ha salido a desmentir vehementemente las declaraciones del Penitenciario mayor, emérito del Vaticano, Arzobispo Luigi de Magistris, quien afirmó, sin presentar prueba alguna, que en sus últimos momentos de vida Gramsci había vuelto a la fe católica que profesaba en su infancia, besando una estampita de Santa Teresa del niño Jesús y aceptando los últimos sacramentos. Esta versión corre desde 1967 por boca de las monjas que atendían a Gramsci en la Clínica Quisisana de Roma.
El sociólogo Arnaldo Nesti, entrevistó a varios testigos presentes en la muerte de Gramsci, entre ellos a su hermano Carlo quién dijo que Antonio había resistido todos los intentos por convertirlo: “tras un último intento reaccionó girándose hacia la pared”.
Para el diario La Republica la versión del Arzobispo es pura leyenda.
Il manifesto, más mordaz tituló “¡Santo Súbito!” (¡Santo ya!) parafraseando el pedido de la multitud cuando murió J.Pablo II.
En fin, conversiones obligadas, inducidas, vergonzosamente deseadas y también, afortunadamente a veces, rechazadas.
Al enterarme de este asunto recordé una “pintada” del grupo Bolo Alimenticio, cuya autora era la amada Marcela Franco (Pachela), que rezaba: “De chiquita me pajeo con una cruz ¿seré católica?”
Clara Egg Zetkin para el “Convertidor de óxido” de Parque Rivadavia 2/12/08

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