Fede, Carlitos y sus amiguitos |
Novedades se complace en anunciar una nueva colección de historias infantiles,
presentadas por dos simpáticos personajes: Fede y Carlitos. Porque nunca es
tarde para comenzar el adoctrinamiento de los más chicos.
Además de clásicos como:
• Alibaba y los
40 explotadores
• Bambi
y el patriarcado
• Barba azul,
proxeneta
• Blancanieves
y los siete enanos fascistas
• Caperucita la
roja
• El árbol de
los zapatos o la plusvalía no es un cuento
• El burro
proletario enfermo
• El flautista
de Hamelin o las masas lumpeburguesas
• El mago
Merlín y las superestructuras
• El oso manso
o la traición de clase
• El
sastrecillo vanguardista
• El señor
tigre
• El soldadito
de plomo y su rebelión de apoyo a las masas
• La bella
burguesa durmiente
• La bella
burguesa y la bestia proletaria
• La cenicienta
explotada
• La cigarra
lumpen y la hormiga sindical
• La creación
del hombre nuevo
• La gallina,
proletariado de los huevos de oro
• La gallina
roja
• La liebre y
la tortuga
• La pastora y
el deshollinador superan las diferencias clasistas
• Los tres chanchitos
burgueses
• Pinocho,
marioneta de la sociedad
• (Bajo el) Pulgarcito
(de la opresión capitalista)
• Que viene el
lobo a explotarnos
• Rapunzel,
la de la clase ociosa
• Ricitos de
oro y el plusvalor
• Simbad el
marino imperialista
la colección también contará con una serie de
fascículos ilustrados, para colorear presentado de modo sumario y ameno textos
tales como El manifiesto comunista, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, La
enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo, Huelga de masas,
partido y sindicato
Como muestra, incluimos
en esta entrega un fragmento del simpatiquísimo relato de Blancanieves y los siete enanos
fascistas
Había una vez, en pleno invierno, una reina que se dedicaba a la costura
sentada cerca de una ventana con marco de ébano negro. A diferencia de las
costureras encerradas en condiciones infrahumanas en fábricas malsanas, ella lo
hacía de forma artesanal, por placer y sin agregar plusvalor a su tarea. Los
copos de nieve caían del cielo como plumones de asbesto penetrando en las vías
respiratorias de las trabajadoras encerradas. Mirando nevar se pinchó un dedo
con su aguja y tres gotas de sangre cayeron en la nieve, símbolo la primera de
la caída de las clases explotadoras, de los aparatos policiales represivos la
segunda y del sistema judicial burgués la tercera. Como el efecto que hacía el
rojo sobre la blanca nieve era tan bello, la reina se dijo.
-¡Ojalá tuviera una niña tan blanca como la nieve, tan roja como la
sangre de los proletarios y tan negra como la madera de ébano!
Poco después tuvo una niñita que era tan blanca como la nieve, tan
encarnada como la sangre y cuyos cabellos eran tan negros como el ébano.
Por todo eso fue llamada Blancanieves. Y al nacer la niña, la reina
murió, pues no pudo resistir el trabajo de parto, ya que a pesar de ser reina,
vivía en un país en donde los servicios sanitarios no estaban lo suficientemente
desarrollados, por dedicarse todos los ingresos a bienes suntuarios.
Un año más tarde el rey tomó otra esposa. Era una mujer bella pero
orgullosa y arrogante, y no podía soportar que nadie la superara en belleza,
pues no comprendía que su persona podía tener un valor intrínseco independiente
de su aspecto físico. Tenía un espejo maravilloso y cuando se ponía frente a
él, mirándose le preguntaba:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta
región?
Entonces el espejo respondía:
La Reina es la más hermosa de esta región (aunque nunca se supiera si
el espejo decía la verdad o decía lo que la Reina esperaba escuchar, amenazado
por la posibilidad de que se lo quebrara si dijera algo impertinente)
Ella quedaba satisfecha pues creía que su espejo siempre decía la
verdad.
Pero Blancanieves crecía y embellecía cada vez más; cuando alcanzó los
siete años era tan bella como la clara luz del día y aún más linda que la
reina.
Ocurrió que un día cuando le preguntó al espejo:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta
región?
el espejo respondió:
La Reina es la hermosa de este lugar,
pero la linda Blancanieves lo es mucho más, en tanto potencial de
belleza. Claro que eso está condicionado a las pautas de desarrollo a las que
la niña tenga acceso.
Entonces la reina tuvo miedo y se puso amarilla y verde de envidia. A
partir de ese momento, cuando veía a Blancanieves el corazón le daba un vuelco
en el pecho, tal era el odio que sentía por la niña. Y su envidia y su orgullo
crecían cada día más, como una mala hierba, de tal modo que no encontraba
reposo, ni de día ni de noche.
Entonces hizo llamar a un cazador y le dijo:
-Lleva esa niña al bosque; no quiero que aparezca más ante mis ojos.
La matarás y me traerás sus pulmones y su hígado como prueba.
El cazador obedeció y se la llevó, pero cuando quiso atravesar el
corazón de Blancanieves, la niña se puso a llorar y exclamó:
-¡Mi buen cazador, no me mates!; correré hacia el bosque espeso y no
volveré nunca más. Me convertiré en una paria para la sociedad, una lumpen más
en este reino de injusticia social.
Como era tan linda el cazador tuvo piedad y dijo:
-¡Corre, pues, mi pobre niña, futura proletaria!
Pensaba, sin embargo, que las fieras pronto la devorarían. No obstante,
no tener que matarla fue para él como si le quitaran un peso del corazón. Un
cerdito venía saltando; el cazador lo mató, extrajo sus pulmones y su hígado y
los llevó a la reina como prueba de que había cumplido su misión. A fin de
cuenta, el especismo era una categoría que el cazador no manejaba. El cocinero
los cocinó con sal y la mala mujer los comió creyendo comer los pulmones y el
hígado de Blancanieves.
Por su parte, la pobre niña se encontraba en medio de los grandes
bosques, abandonada por todos y con tal miedo que todas las hojas de los árboles
la asustaban. Su educación hasta ese momento no había tenido en cuenta la
realidad socioeconómica del reino, y la falta de recursos existentes para el
sustento de sus habitantes. No tenía idea de cómo arreglárselas, ya que no
había sido proletarizada y entonces corrió y corrió sobre guijarros filosos y a
través de las zarzas. Los animales salvajes se cruzaban con ella pero no le
hacían ningún daño. Corrió hasta la caída de la tarde; entonces vio una casita
a la que entró para descansar, ya que en un momento de lucidez comprendió que
la necesidad la autorizaba a hacer uso de bienes ociosos. En la cabañita todo
era pequeño, pero tan lindo y limpio como se pueda imaginar. Había una mesita
pequeña con un mantel blanco y sobre él siete platitos, cada uno con su pequeña
cuchara, más siete cuchillos, siete tenedores y siete vasos, todos pequeños. A
lo largo de la pared estaban dispuestas, una junto a la otra, siete camitas
cubiertas con sábanas blancas como la nieve. Como tenía mucha hambre y mucha
sed, Blancanieves comió trozos de legumbres y de pan de cada platito y bebió
una gota de vino de cada vasito. Luego se sintió muy cansada y se quiso acostar
en una de las camas. Pero ninguna era de su medida; una era demasiado larga, otra
un poco corta, hasta que finalmente la séptima le vino bien. Se acostó, se
encomendó a Dios y se durmió, víctima y victimaria a la vez de los usos y
costumbres burgueses aprendidos en el hogar que la viera crecer. Típico de ello
es el uso indiscriminado y abusivo de los recursos existentes, en vez de
plantearse un plan quinquenal – o al menos semanal – de racionamiento.
Cuando cayó la noche volvieron los dueños de casa; eran siete enanos
fascistas que excavaban y extraían metal en las montañas, para luego forjarlo y
venderlo con pingües beneficios que finalmente no reinvertían en el desarrollo
económico del país sino que colocaban a tasas de interés beneficiosas en bancos
extranjeros.. Encendieron sus siete farolitos y vieron que alguien había
venido, pues las cosas no estaban en el orden en que las habían dejado. El
primero dijo:
-¿Quién se sentó en mi sillita?
El segundo:
-¿Quién comió en mi platito?
El tercero:
-¿Quién comió de mi pan?
El cuarto:
-¿Quién comió de mis legumbres?
El quinto.
-¿Quién pinchó con mi tenedor?
El sexto:
-¿Quién cortó con mi cuchillo?
El séptimo:
-¿Quién bebió en mi vaso?
Luego el primero pasó su vista alrededor y vio una pequeña arruga en
su cama y dijo:
-¿Quién anduvo en mi lecho?
Los otros acudieron y exclamaron:
-¡Alguien se ha acostado en el mío también! Mirando en el suyo, el
séptimo descubrió a Blancanieves, acostada y dormida. Llamó a los otros, que se
precipitaron sobre ella con exclamaciones de asombro. Entonces fueron a buscar
sus siete farolitos para alumbrar a Blancanieves.
-¡Oh, mi Dios -exclamaron- qué bella es esta niña!
Y sintieron una alegría tan grande que no la despertaron y abusaron de
ella pero dejándole proseguir su sueño, fruto de la borrachera. El séptimo
enano se acostó una hora con cada uno de sus compañeros y así pasó la noche.
Era un homosexual degenerado que no había sido reeducado en los campamentos de
la UMAP.
Al amanecer, Blancanieves despertó y viendo a los siete enanos tuvo
miedo. Pero ellos se mostraron amables y le preguntaron.
-¿Cómo te llamas?
-Me llamo Blancanieves -respondió ella.
-¿Como llegaste hasta nuestra casa?
Entonces ella les contó que su madrastra había querido matarla pero el
cazador había tenido piedad de ella permitiéndole correr durante todo el día
hasta encontrar la casita.
Los enanos le dijeron:
-Si quieres hacer la tarea de la casa, cocinar, hacer las camas,
lavar, coser y tejer y si tienes todo en orden y bien limpio, si nos satisfaces
sexualmente a todos nosotros, de a uno o en combinaciones de nuestro gusto
puedes quedarte con nosotros; no te faltará nada, aunque tal vez te paspes un
poco.
-Sí -respondió Blancanieves- acepto de todo corazón. Y se quedó con
ellos, comprendiendo que la explotación sexual de los enanos era preferible a
la posibilidad de asesinato en manos de su madrastra.
Blancanieves ¿resignada a la explotación sexual? |
Durante todo el día la niña permanecía sola; los buenos enanos la
previnieron:
-¡Cuídate de tu madrastra; pronto sabrá que estás aquí! ¡No dejes
entrar a nadie o te reventamos a golpes!
La reina, una vez que comió los que creía que eran los pulmones y el
hígado de Blancanieves, se creyó de nuevo la principal y la más bella de todas
las mujeres. Se puso ante el espejo y dijo:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta
región?
Entonces el espejo respondió.
La Reina es la más hermosa de este lugar.
Pero, pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más y los enanos la están pasando
bomba.
continuará.... (dependiendo, claro está, de la demanda de nuestros comprometidos lectores, puesto que como vanguardia no nos separamos de las masas trabajadoras)
Frantz Christian Fanandersen, para Máscara Blanca, Gregorio de Laferrere, Buenos Aires.
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