Como prometiéramos, traemos aquí la segunda parte de Blancanieves y los siete enanos fascistas. Recordemos algunas de los presupuestos planteados en la primera parte y que Blancanieves debe aún resolver:
¿Podrá Blancanieves dar los pasos necesarios para pasar de una situación esclavista a una feudal, de allí a una burguesa y finalmente al socialismo? ¿alcanzará la meta final?
¿Reconocerá la dinámica de la historia y abrazará la lucha de clases como metodología de cambio revolucionario? ¿Asegurará la dictadura proletaria para afianzar la duración del marxismo en el tiempo?
Debemos pues continuar nuestra lectura y análisis - con una sólida discusión teórica a posteriori - a fin de establecer la validez de las actitudes asumida por Blancanieves y el resto de los personajes en esta apasionante historia.
de la primera parte...
¡Espejito,
espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región?
Entonces el
espejo respondió.
La Reina es
la más hermosa de este lugar.
Pero, pasando
los bosques,
en la casa de
los enanos,
la linda
Blancanieves lo es mucho más y los enanos la están pasando bomba.
…La reina quedó aterrorizada pues sabía que el espejo no mentía nunca,
salvo bajo presión, obligado a producir “hechos” que en realidad eran mera
especulación. Se dio cuenta de que el cazador la había engañado y de que
Blancanieves vivía. Reflexionó y buscó un nuevo modo de deshacerse de ella pues
hasta que no fuera la más bella de la región la envidia no le daría tregua ni
reposo. El capitalismo es así: subsiste a partir de crear necesidades allí
donde no las hay y en alimentar deseos allí donde no son necesarios. Cuando
finalmente urdió un plan se pintó la cara, se vistió como una vieja buhonera
desamparada por la sociedad y olvidada por el sistema y quedó totalmente irreconocible.
Así disfrazada atravesó las siete montañas, llegó a la casa de los
siete enanos fascistas, golpeó a la puerta y gritó:
-¡Vendo buena merca! ¡Vendo! ¡Vendo!
Blancanieves miró por la ventana y dijo:
-Buen día, buena mujer. ¿Qué vende usted?
-Excelente merca -respondió-; te hará ver todos los colores.
La vieja sacó una serie de ampollas multicolor, y Blancanieves pensó:
-Bien puedo dejar entrar a esta buena mujer, un par de mogras no me
vendrán nada mal. Obviamente, Blancanieves intentaba suplantar la satisfacción
de sus necesidades profundas con sucedáneos pasajeros y banales.
Corrió el cerrojo para permitirle el paso y poder comprar un par de
ampolletas.
-¡Niña -dijo la vieja- qué mal que te aplicas la heroína! Acércate que
te la doy como se debe.
Blancanieves, que no desconfiaba, sobre todo hallándose vulnerable por
la baja de afrodisíacos en su sistema, se colocó delante de ella para que le
arreglara el lazo con el cual interrumpir el flujo sanguíneo para poder luego
inyectarse. Pero rápidamente la vieja lo oprimió tan fuerte que Blancanieves
perdió el aliento y cayó como muerta.
Blancanieves se empeña en negar la realidad que la oprime en vez de intentar cambiarla. |
-Y bien -dijo la vieja-, dejaste de ser la más bella. Para lo que te
servirá en la muerte afeites y perfumes. Ahora tu plusvalor se reduce a cero. Y
se fue.
Poco después, a la noche, los siete enanos fascistas regresaron a la
casa y se asustaron mucho al ver a Blancanieves en el suelo, inmóvil. La
levantaron y descubrieron el lazo que la oprimía. Lo cortaron y Blancanieves
comenzó a respirar y a reanimarse poco a poco.
Cuando los enanos fascistas supieron lo que había pasado dijeron:
-La vieja vendedora no era otra que la malvada reina. ¡Ten mucho
cuidado y no dejes entrar a nadie cuando no estamos cerca! ¿Acaso no te das
cuenta que como mujer dependes absolutamente no sólo de nuestros deseos sino
también de nuestra lectura de la realidad? ¿No te entra en la cabeza que la
estructuración de este sistema perverso está justamente sostenido por la
desigualdad y que a ti te corresponde el escalafón más bajo? Entonces la
penetraron simultáneamente por todos los orificios, para que así recordara la
lección.
Cuando la reina volvió a su casa se puso frente al espejo y preguntó:
¡Espejito, espejito, de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de
esta región?
Entonces, como la vez anterior, respondió:
La Reina es la más hermosa de este lugar,
Pero pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más, a pesar de que la hayan partido
en cuatro.
Cuando oyó estas palabras toda la sangre le afluyó al corazón. El
terror la invadió, pues era claro que Blancanieves había recobrado la vida y la
situación en lo que hace a la plusvalía se había revertido.
-Pero ahora -dijo ella- voy a inventar algo que te hará perecer.
Y con la ayuda de sortilegios, en los que era experta, fabricó un pene
envenenado. Luego se disfrazó tomando el aspecto de otra vieja. Así vestida
atravesó las siete montañas y llegó a la casa de los siete enanos. Golpeó a la
puerta y gritó:
-¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo!
Blancanieves miró desde adentro y dijo:
-Sigue tu camino; no puedo dejar entrar a nadie.
-Al menos podrás mirar -dijo la vieja, sacando el pene envenenado y
levantándolo en el aire.
Tanto le gustó a la niña que se dejó seducir y abrió la puerta. Cuando
se pusieron de acuerdo sobre la compra la vieja le dijo:
-Ahora te voy a ensartar como corresponde.
La pobre Blancanieves, que nunca pensaba mal, dejó hacer a la vieja
pero apenas ésta le había puesto el pene el veneno hizo su efecto y la pequeña
cayó sin conocimiento.
-¡Oh, prodigio de belleza -dijo la mala mujer-ahora sí que acabé
contigo en el sentido literal del término!
Por suerte la noche llegó pronto trayendo a los enanos con ella.
Cuando vieron a Blancanieves en el suelo, como muerta, sospecharon enseguida de
la madrastra. Examinaron a la niña y encontraron el pene envenenado. Apenas lo
retiraron, Blancanieves volvió en sí y les contó lo que había sucedido. Entonces
le advirtieron una vez más que debería cuidarse y no abrir la puerta a nadie.
Para que recordara la lección, volvieron a enfiestarla, pero esta vez sin
protección alguna.
En cuanto llegó a su casa la reina se colocó frente al espejo y dijo:
¡Espejito, espejito de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta
región?
Y el espejito, respondió nuevamente:
La Reina es la más hermosa de este lugar.
Pero pasando los bosques,
en la casa de los enanos,
la linda Blancanieves lo es mucho más aunque los enanos la hayan,
seguramente preñado, en un esfuerzo por convertirla en mero objeto del cual
hacer uso, a punto tal de forzarla a reproducir, literalmente, su eventual
reemplazo. Capitalismo a ultranza, reina mía.
La reina al oír hablar al espejo de ese modo, se estremeció y tembló
de cólera.
Blancanieves, en el imaginario salaz de la Reina |
-Es necesario que Blancanieves muera -exclamó-aunque me cueste la vida
a mí misma.
Se dirigió entonces a una habitación escondida y solitaria a la que
nadie podía entrar y fabricó una manzana envenenada. Exteriormente parecía
buena, blanca y roja y tan bien hecha que tentaba a quien la veía, pues con
sólo mirarla hacía recordar al rojo sol del amanecer revolucionario; pero
apenas se comía un trocito sobrevenía la muerte. Cuando la manzana estuvo
pronta, se pintó la cara, se disfrazó de campesina explotada por los capitanes
de la industria agrícola y atravesó las siete montañas hasta llegar a la casa
de los siete enanos.
Golpeó. Blancanieves sacó la cabeza por la ventana y dijo:
-No puedo dejar entrar a nadie; los enanos fascistas me lo han
prohibido.
-No es nada -dijo la campesina- me voy a librar de mis manzanas. Toma,
te voy a dar una.
-No-dijo Blancanieves -tampoco debo aceptar nada.
-¿Temes que esté envenenada? -dijo la vieja-; mira, corto la manzana
en dos partes; tú comerás la parte roja y yo la blanca.
La manzana estaba tan ingeniosamente hecha que solamente la parte roja
contenía veneno. La bella manzana tentaba a Blancanieves y cuando vio a la
campesina comer no pudo resistir más, estiró la mano y tomó la mitad
envenenada. Evidentemente, las lecciones de los enanos fascitas no habían dado
resultado. Apenas tuvo un trozo en la boca, cayó muerta.
Entonces la vieja la examinó con mirada horrible, rió muy fuerte y
dijo.
-Blanca como la nieve, roja como la sangre, negra como el ébano. ¡Esta
vez los enanos no podrán reanimarte por más que te den hasta quedar
acalambrados!
Vuelta a su casa interrogó al espejo:
¡Espejito, espejito de mi habitación!
¿Quién es la más hermosa de esta región? Y el espejo finalmente
respondió. La Reina es la más hermosa de esta región.
Entonces su corazón envidioso encontró reposo, si es que los corazones
envidiosos pueden encontrar alguna vez reposo en una sociedad donde los medios
crean necesidades nuevas cada vez que las anteriores han sido satisfechas.
A la noche, al volver a la casa, los enanitos encontraron a
Blancanieves tendida en el suelo sin que un solo aliento escapara de su boca:
estaba muerta. La levantaron, buscaron alguna cosa envenenada, aflojaron sus
lazos, le peinaron los cabellos, la lava-ron con agua y con vino pero todo esto
no sirvió de nada: la querida niña estaba muerta y siguió estándolo.
Consideraron la necrofilia, no vieron nada malo en ello, sobre todo teniendo en
cuenta que el rigor mortis no era completo, y le dieron hasta saciarse.
La pusieron en una parihuela. se sentaron junto a ella y durante tres
días lloraron. Luego quisieron enterrarla pero ella estaba tan fresca como una persona
viva y mantenía aún sus mejillas sonrosadas.
Los enanos se dijeron:
-No podemos ponerla bajo la negra tierra. E hicieron un ataúd de
vidrio para que se la pudiera ver desde todos los ángulos, la pusieron adentro
e inscribieron su nombre en letras de oro proclamando que era hija de un rey. No podrían tener relaciones con ella, pero al
menos podrían exhibirla como un objeto, y obtener, de ese modo, alguna
ganancia. Luego expusieron el ataúd en la montaña. Uno de ellos permanecería
siempre a su lado para cobrar entrada a quienes quisieran verla. Los animales
también vinieron a llorarla: primero un mochuelo, luego un cuervo y más tarde
una palomita.
Continuará….
Frantz Christian Fanandersen, para Máscara Blanca, Gregorio de Laferrere, Buenos Aires.
Frantz Christian Fanandersen, para Máscara Blanca, Gregorio de Laferrere, Buenos Aires.
No hay comentarios:
Publicar un comentario